En el Estadio Olímpico de Sevilla se vivió un capítulo más de esos que engrandecen la leyenda del Clásico. El FC Barcelona y el Real Madrid firmaron un duelo eléctrico, cargado de tensión, emociones cruzadas y decisiones que encendieron debates interminables.
Cuando parecía que el destino ponía en bandeja de plata el título para los blaugranas, la historia dio un giro inesperado.
Una oportunidad de oro: el penalti que no fue
Todo sucedió tras el empate logrado por Ferran Torres, cuando el partido se convirtió en un intercambio de golpes, en un vertiginoso ida y vuelta que dejaba a los aficionados sin aliento.
En una de esas embestidas, Raphinha recogió el balón por la pradera izquierda, encaró hacia el corazón del área, recortó hacia el centro y cayó ante la barrida de Raúl Asencio. La escena parecía de manual: caída en el área, silbato al aire, y penalti a favor del Barça. Así lo interpretó en primera instancia el colegiado Burgos Bengoetxea.
El VAR, juez implacable en Sevilla
Sin embargo, la historia estaba lejos de cerrarse. Ante las furiosas protestas del conjunto merengue, la acción fue revisada en el VAR. Y tras varios segundos de tensión insoportable, la decisión cambió el rumbo del partido: no hubo penalti.
El veredicto fue claro: Raphinha había simulado la falta. No solo se anuló la pena máxima, sino que el brasileño vio la cartulina amarilla por intentar engañar. De la gloria al castigo en cuestión de minutos. De héroe a villano en un abrir y cerrar de ojos.
Hostiazo de Asencio a Raphinha en la espalda, penalti anulado.pic.twitter.com/pw8SH3XwZ6
— Zona Blaugrana (@Zona_Blaugrana) April 27, 2025
El partido se encendió: drama total en Sevilla
La anulación del penalti fue un golpe emocional tanto para los jugadores como para la grada. El FC Barcelona, que ya saboreaba la oportunidad dorada de sentenciar la final, tuvo que recomponerse anímicamente para afrontar lo que quedaba de partido.
Y así, con el empate 2-2 inamovible en el luminoso, ambos equipos encararon la prórroga con el alma en un puño, sabiendo que cualquier error, cualquier acierto, podía ser definitivo.
Hansi Flick, obligado a reorganizar sus piezas
Desde el banquillo, Hansi Flick tuvo que gestionar no solo la fatiga de sus hombres, sino también el golpe moral que significó la anulación del penalti. La frescura de Raúl Asencio y el desequilibrio de Raphinha seguían siendo las principales armas del Barça, pero ahora había que recalibrar la mentalidad: ya no valía la ansiedad, había que volver a construir, toque a toque, oportunidad a oportunidad.
Real Madrid aguantó el golpe y buscó el zarpazo
Por su parte, el Real Madrid olió sangre. Crecieron en intensidad, apretaron líneas y buscaron aprovechar cualquier espacio para clavar el aguijón. La experiencia de los veteranos blancos fue clave para mantener la compostura en los momentos más calientes del partido.
Con las emociones a flor de piel y el cansancio haciendo mella, el Clásico entró en esa fase donde ya no manda el físico ni la táctica, sino el corazón.
Un final abierto y un título aún en el aire
El penalti que nunca fue quedó como una cicatriz en la memoria del partido. Sevilla, testigo mudo de otra noche grande del fútbol español, veía cómo el título de la Copa del Rey seguía pendiendo de un hilo, aguardando a un nuevo héroe que escribiera la última línea de esta epopeya.
El balón, caprichoso como siempre, tenía aún mucho que decir.